Seducción inevitable | Kathleen O’Reilly

Ashley Larsen odiaba volar. Pero entonces David McLean se sentó a su lado y, de repente, empezó a desear que el retraso del avión se prolongara.Cuando les dijeron que el vuelo se retrasaba hasta el día siguiente, no perdieron tiempo en ir al hotel del aeropuerto. Afortunadamente, los Estados Unidos estaban llenos de ciudades. Los Ángeles, Nueva York, Miami… Nada podía sugerir más pasión y tórrido deseo que una aventura tan cosmopolita…

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