«—¡Hannah!—Vas a gastarme el nombre esta noche —se burló levantándose para regresar a su silla—. No quería secarme por dentro. Dios y nuestros padres no me dieron belleza ni un cuerpo que pudiera atraer a los hombres. Mis pechos son pequeños y mis caderas rectas. Y no hablemos ya de mi rostro, como carta de presentación no es digno de mención siquiera. —Se encogió de hombros—. Si quería ser amada debía hacerlo yo misma.—No hables así.—¿Por qué no? Es la verdad»Olivia abrió la boca sorprendida y volvió a cerrarla sin encontrar las palabras. Hannah sonrió satisfecha y añadió una cucharada de salsa a su plato.—Tal y como yo lo veo, no tengo que rendir cuentas ante nadie. Tengo solo una vida para vivir».Craig McEntrie no quiere volver a casarse. La maldición de su antepasado, Keenan McEntrie, lo persigue y ser un hombre hecho y derecho no parece ser suficiente para dejarse de tonterías.«—Ni padre ni hostias —lo cortó con fiereza y tirando la servilleta sobre el plato se puso de pie—. No quiero escuchar mencionar la palabra matrimonio jamás, ¿me oís? Juré sobre la tumba de vuestra madre que no volvería a casarme. ¡Respetadla!Las mujeres bajaron la mirada conscientes de que luego se arrepentiría de hablarles así. Pero sus hijos no apartaron los ojos, acostumbrados a esos arranques intempestivos.—¿Ella lo sabe? —preguntó Dougal sin el menor temor.—¡Claro que lo sabe! ¿Por quién me tomas?».Liam Fraser ha tirado la toalla, tiene claro que el amor no es para él y que no es un McEntrie por más que lo parezca. Pero eso no significa que no pueda disfrutar de las mieles de lo que tiene más que ver con carne y hueso, que con alma y corazón.«—Alégrate de librarte de mí y sigue tu camino, Liam Fraser. Búscate a una mujer sumisa a la que le gusten las ovejas y, sobre todo, que sea hermosa para que luzca bien en los salones de tus amigos. Una que puedas ver junto a Rowena McEntrie sin lamentar que ella sea de tu mejor amigo y no tuya.—No hables así de…Hannah soltó una carcajada.—Es perfecta, nadie debería reprocharte que la desees. —Se encogió de hombros—. Lástima que ella no sea tan zorra como yo, ¿verdad?».Dos rudos highlanders y dos hermanas que llegaron a Lanerburgh sin saber que sus vidas iban a cambiar para siempre y sin remedio.
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